domingo, 7 de febrero de 2010

Y se hizo la luz

Y se hizo la luz. Pero no era esa luz sedosa que acaricia tus parpados por la mañana, ni tampoco esa luz fría y blanca que llena el vacío que deja el sol en las habitaciones. Era una luz metálica, aguda, una luz intermitente que cegaba... y que mataba. Las ráfagas de metralla sorprendieron a todos, unos pocos pudieron correr, pero fué en vano. En el suelo quedaron los sueños, los anhelos, la carrera universitaria, los hijos que nunca los llamarían papá. El futuro se quedó hecho pedazos, pasaría mucho tiempo para que los llevaran al hospital, y no en ambulancias porque estas nunca llegaron. Cuando los cuerpos despedazados, los gritos desgarradores, la impotencia, y todo lo que no se pudo hacer se fue, la habitación se quedó sola, con un dulce olor a muerte y un río de brillante carmesí.

Crónicas rojas de un país en llamas
Aldonza Marcos

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